viernes, 25 de enero de 2013

Normativas, Licencias, Racionalización.

El Gobierno aprueba la Ley de Unidad de Mercado para eliminar trabas a empresas.

Mi primera intención había sido comentar la noticia de El Mundo a partir de un concatenado de oximorones: normativa, racionalización, licencias, etc.

Sería demasiado cruel y poco informativo, quizá excepto para quienes estamos inmersos en el proceloso mundo de la gestión de licencias de actividad y similares.

Una empresa como comodITE que da cobertura nacional se ve a diario en el problema de conocer y adaptar sus procesos y sus documentaciones a la variedad de normativas en cada territorio. Los requisitos para abrir un local comercial en Madrid y en Benavente, por ejemplo, no son iguales. Pueden diferir notablemente, de hecho.

No tenía los datos del caos en el que se encuentra esta actividad, que simplemente copio aquí procedentes del artículo mencionado:

- Empresas obligadas a tener diecisiete versiones de un producto (supongo que uno por comunidad autónoma, más o menos).
- Cien mil leyes de rango nacional o autonómico relativas a licencias, desde 1978. Inmanejable a todas luces
- Se ha producido una "inflación legislativa" debido a que los tres niveles de administración -central, autonómica y local- han legislado sobre las mismas cuestiones.
- Generará beneficios de 1.500 millones al año, según el Ejecutivo, es decir que esta "inflación" está costando ese dineral a las empresas actualmente.

La iniciativa del Gobierno va por la vía de crear la "licencia única" de validez en toda España: "Inspirada en los principios de licencia única y legislación de origen sobre los que se basa el Mercado Único Europeo, persigue asegurar la libre circulación de bienes y servicios por todo el territorio nacional".

Este Enlace.

martes, 8 de enero de 2013

Megalomanía



Me llama la atención, por candidez pura, y mientras leo este artículo, que el ser humano sigue maravillado y obsesionado por las obras extremas, tanto hacia lo pequeño y microscópico como hacia lo enorme, desproporcionado e incluso irreal.

En cierta forma, el gusto o la afición hacia lo pequeño ha desaparecido en los úlitmos tiempos. No sabría decir si debido a un parón tecnológico o a que en tiempos de crisis se desprecia lo que parece ínfimo y se vuelve la mirada hacia las grandes escalas.

Cierto es que desde la fiebre de los microprocesadores cada vez más "nano", los móviles cada vez más pequeños (algunos llegaron a ser dignos de un piercing más que de un bolsillo) y los padrenuestros escritos en un palillo la sociedad ha vuelto la espalda a la miniaturización, a la pequeña escala. Se han visto afectados también los pequeños comercios e incluso los todo a un euro, donde nada vale ya un euro.

En la otra parte, proliferan los grandes proyectos, megalómanos digo. Los rascacielos siguen siendo el objeto de deseo de los pueblos, da igual que sean asiáticos, europeos o americanos. De cerca siguen los grandes puentes, las plataformas petrolíferas, y construcciones "imposibles" en general. Incluso hay programas, benditos canales de procedencia USA, dedicados a explicar cómo se construye un rascacielos de ciincuenta plantas a partir de un cubo de arena o una barbacoa para vacas enteras - esto último, creo que cualquier parrilla vitoriana lo supera, pero bueno...

¿Será la proyección de la impotencia de la humanidad en alcanzar la verdadera grandeza? ¿Un problema congénito del hombre, si creemos en Freud? O simplemente, como antes apuntaba, una anticipación de la crisis mundial en forma de lupa de aumento sobre todas las actividades de la sociedad moderna. No sé si referirme aquí, aunque sea tangencialmente, a otras cosas que ya vemos de nuestro día a día y no nos llaman tanto la atención: los macrocentros comerciales, las grandes producciones (de cine o teatro), los complejos urbanísticos de miles de viviendas, las infraestructuras milmillonarias.

¡Cielos! Nos hemos convertido en dinosaurios. Anímicamente.




Foto: Vista de la torre Mercury City en Moscú. / SERGEI KARPUKHIN (REUTERS)