lunes, 2 de enero de 2012

Las energías renovables, a revisión.




Recientemente he estado estudiando el mercado de las energías renovables. Tras años de explotación de diferentes modelos productivos, uno (cuya capacidad de sorpresa es casi ilimitada, he de decir) descubre pasmado que la inversión realizada no está dando los frutos adecuados.

Se supone que las ayudas que se han promovido deben llevar a la industria por el camino de conseguir tecnologías más accesibles en términos económicos y por tanto más productivas o comercializables en términos de consumidor final.

El precio del kWh debe andar, en la red eléctrica, por unos 15 cts. Sí, la que sale por los dos agujeritos que hay en la pared de las casas.

Sin embargo, el coste de la misma energía producida por medios solares o de biomasa (las dos energías que a pequeña escala se pueden plantear) debe ser un 50% más caro, aproximadamente.Esto hace que estas instalaciones sean viables solamente a partir de 20 años de explotación, contando con el precio tasado de recompra de la energía.

Esto ha llevado a que la investigación o el desarrollo de estas energías solamente se ven como un negocio para los inversores que producen solamente para revender a las redes, y así conseguir una rentabilidad del dinero invertido. Paradójicamente, muchas de las plantas de biomasa que se construyen en industrias están conectadas a las redes públicas, para revender, y no para usar la energía en las propias instalaciones.

Es el momento de replantear el modelo, de eso no cabe duda. Otra cosa es que la propuesta según El Mundo sea la que indican en su artículo de hoy, en el que se señala que Eléctricas y Estado asuman parte del coste. Más bien, yo creo que el modelo de subvención debe permanecer pero ligado no a la producción sino a la utilización por parte de los consumidores de la energía. Quizá ese modelo sea muy complicado de implantar, pero sería el más justo y desde luego el que podría impulsar la reducción de los costes de producción.

El enlace a la noticia.

http://www.elmundo.es/elmundo/2012/01/02/economia/1325497651.html


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